Esta majestuosa iglesia es una joya del románico que cautiva por la armonía y elegancia de su arquitectura.

Construida entre los siglos XI y XIII, de planta basilical, se compone de tres naves separadas por esbeltos arcos sostenidos sobre pilares cilíndricos. 

La nave central, de mayor altura y anchura, destaca con fuerza sobre las laterales, y conduce hacia un marcado crucero en planta, coronado por una torre que se alza sobre uno de sus brazos.

En su costado meridional, un atrio se extiende hacia poniente, culminando en un imponente pórtico ojival que da acceso al templo por los pies. 

El conjunto se completa con tres ábsides semicirculares de diferentes dimensiones, que confieren dinamismo y singularidad al ábside.

Tras quedar en desuso por la desamortización, el edificio recobró vida en 1905, cuando fue adquirido por el ceramista Daniel Zuloaga Boneta, quien lo transformó en su hogar y taller artístico. 

Años después, el Estado lo incorporó a su patrimonio y lo convirtió en el Museo Zuloaga, donde hoy se puede admirar no solo la obra del célebre artista, sino también la belleza atemporal de la arquitectura románica que lo envuelve 

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