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La silueta de la montaña conocida como la Mujer Muerta dibuja un perfil singular en el cielo, resultado de un capricho geológico que ha sido interpretado a través del prisma popular y legendario.

Una leyenda dice que la montaña se formó cuando una doncella murió esperando a un caballero que jamás volvió de la guerra.

Otra que surgió tras el sacrificio de una madre para detener una lucha entre sus hijos.

Según una tercera leyenda, una tormenta moldeó las montañas a imagen y semejanza de una dama que murió tratando de parar el duelo entre dos hombres enfrentados por su amada.

Según la leyenda, la pereza, y no Roma, fue la madre del Acueducto. Una joven aguadora, cansada de arrastrar su cántaro por las empinadas calles de la ciudad, hizo un pacto con el diablo: él podría reclamar su alma si, antes de que cantara el gallo, el agua llegaba hasta la puerta de su casa. Consciente de su culpa, la joven rezó fervientemente para evitar la pérdida de su alma. Mientras tanto, una tormenta se desató y el diablillo trabajaba sin descanso. Justo cuando el gallo cantó, el Maligno lanzó un grito aterrador: había perdido el alma de la muchacha por una sola piedra que no había sido colocada.

Ella confesó su culpa ante los segovianos, quienes, tras limpiar los arcos con agua bendita para eliminar el rastro de azufre, aceptaron con alegría el nuevo perfil de la ciudad. Se dice que los agujeros visibles en las piedras son las huellas de las pezuñas del demonio. Hoy, la ciudad rinde homenaje a esta hermosa leyenda con la escultura del diablillo de Segovia, el "verdadero" artífice del Acueducto. Esta obra, realizada por José Antonio Abella, representa al diablo derrotado sosteniendo el último sillar del Acueducto que le quedó por colocar, posando para un selfie con su obra inacabada. La escultura se encuentra en la calle San Juan, desde donde se puede disfrutar de una de las mejores vistas del bimilenario Acueducto.

Según cuenta la leyenda, durante la vigilia de un caballero de la orden, el cuerpo del guerrero fue dejado solo por un descuido de sus compañeros. Sin que nadie se percatara, fue atacado por grajos que devoraron su cadáver. Enfurecido, el prior maldijo a estas aves, prohibiéndoles acercarse o entrar en la iglesia. Desde entonces, no se ha vuelto a ver ningún grajo en la Iglesia de la Vera Cruz.

En el balcón central de la Sala de los Reyes del Alcázar de Segovia se encuentra una cruz que evoca un suceso rodeado de dos versiones a lo largo de los siglos. La versión más legendaria narra que el infante D. Pedro de Castilla, hijo de Enrique II el de las Mercedes, estaba en el balcón en brazos de su aya cuando resbaló y cayó al vacío. Ante el terror, la aya se lanzó tras él. 

Por otro lado, la versión histórica sostiene que el infante, con tan solo 12 años, cayó mientras jugaba a la pelota con sus amigos.

Situada en el antiguo Convento de San Francisco, esta institución no ha estado exenta de los rumores sobre sus inusuales habitantes "gaseosos". Según la leyenda, en ocasiones se puede ver la figura de un fraile "ataviado con un hábito y encapuchado" recorriendo los pasillos, especialmente cerca de un muro del claustro. Varios testigos, incluidos algunos altos mandos militares, han afirmado haberlo visto; todos coinciden en describirlo como una figura "oscura y rápida", que parece levitar sobre el suelo, envuelta en un viento fuerte y frío.

La historia narra que este fantasma pertenece a un joven fraile que habitó entre estos muros durante la Edad Media. En una ocasión, se ausentó del convento sin permiso y, al intentar regresar, fue descubierto por un fraile mayor. La confrontación resultó en la muerte del anciano. Como castigo, el joven fraile fue emparedado vivo en uno de los muros del claustro para servir de ejemplo a su comunidad. Años más tarde, durante unas obras en el claustro, se dice que se encontraron restos humanos, aunque esto nunca ha sido confirmado.

Hoy en día, quienes relatan este suceso afirman que el fraile continúa buscando la salida en el claustro del antiguo Convento de San Francisco.

Fray Rodrigo de Cerrato fue un fraile dominico conocido hoy como cronista y hagiógrafo por su obra en la que recopiló diversas biografías de santos, recogió algunos hechos milagrosos y comentó varios momentos del ciclo litúrgico. Entre los temas marianos tratados por el dominico se encontraba el milagro de la judía que salvó su vida en Segovia gracias a la intervención de la Virgen.

Según relata él mismo hacia 1237, una mujer cristiana acusó a otra judía de haber cometido adulterio con su marido. Los jueces, considerando la gravedad del delito y el desagravio necesario para la religión cristiana, condenaron a la acusada a morir despeñada desde unas alturas situadas en las afueras de la ciudad. LLegados al lugar de la ejecución, la judía fue atada y despojada de sus ropas... PUEDES SEGUIR LEYENDO AQUÍ.

 

La Casa del Crimen, ubicada en el barrio de San Millán, conocido también como el «Barrio de las Brujas», es un edificio que guarda una oscura historia. Su nombre proviene de un trágico suceso ocurrido en mayo de 1892, cuando tres ladrones irrumpieron en el palacete construido por la familia Ayala-Berganza a finales del siglo XV o principios del XVI. Durante el atraco, asesinaron a los dos habitantes de la casa: Alejandro Bahín, de origen francés, y su sirvienta, Isabel García.

Se dice que Alejandro fue atacado en las escaleras; su cuerpo fue hallado con el rostro ensangrentado y cubierto por un pañuelo, mientras que sus uñas presentaban restos de cal, evidencias del forcejeo. El cadáver de Isabel fue encontrado no muy lejos del lugar.  

Años más tarde, la policía logró capturar a los culpables, quienes fueron ejecutados, cerrando así este trágico capítulo. Desde entonces, la Casa del Crimen permaneció deshabitada durante gran parte del tiempo hasta ser reformada y reabierta como el Hotel Ayala Berganza.