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24 Ene 2017   Prensa
 
Los técnicos alemanes se desplazaron a Segovia, por orden del rey, para comprobar si era posible instalar en ella la nueva casa de moneda que Felipe II quería. Ya habían visitado Lisboa, Madrid, Toledo y Sevilla, y la ciudad andaluza era la que más posibilidades tenía de ser elegida, por albergar el puerto donde desembarcaban los cargamentos de metales procedentes de las Indias. Los alemanes fueron recibidos por el obispo de Segovia y regresaron a Madrid con un informe favorable que hablaba de un molino de papel ubicado junto al río Eresma. Desvela Glenn Murray que la escritura de compraventa está fechada el 1 de septiembre de 1583. El precio acordado con el propietario del molino, Antonio de San Millán, fue un privilegio de 500 ducados de juro de a veinte años más una cédula para que el vendedor pudiera ser alcalde de la vieja Casa de la Moneda, situada en el corralillo de San Sebastián. El corregidor de Segovia tramitó la compra en nombre del rey, que en todo momento estuvo informado de la operación. Con el molino en su poder, Felipe II viajó a Segovia para inspeccionar el emplazamiento. Lo acompañaban los técnicos alemanes y el arquitecto Juan de Herrera. El proyecto era ambicioso e innovador: el Real Ingenio sería la planta manufacturera más moderna de España. Ya en 1582 había dado comienzo en la Casa de la Moneda de Hall la fabricación de los ingenios y de la maquinaria necesaria para la instalación, y tras dos años y medio de trabajo, todo estaba listo para su traslado a España. Como bien señala Murray, fue el trasvase de tecnología industrial más grande e importante realizado hasta el momento. Ocho técnicos de la Casa de Hall custodiaron la expedición y cuando llegaron, en junio de 1585, instalaron las maquinas en el edificio construido y se quedaron en Segovia para dirigir el funcionamiento de la fábrica, que empezaría en 1586, una vez terminadas las obras, instaladas las máquinas y realizadas las pruebas pertinentes. El 20 de marzo de 1586, comenzaron las primeras acuñaciones regulares que se realizaron en el Real Ingenio de Segovia, con una partida de plata del rey. Feipe II recibió las primeras cien monedas, todas reales de a ocho. La empresa fue un verdadero éxito y Segovia se convirtió en todo un referente en la acuñación de moneda. La fábrica funcionó con normalidad durante casi tres siglos, convirtiéndose en el verdadero campo de pruebas del Reino de España en materia de estudio y desarrollo de las técnicas de acuñación de la época. La nueva Ceca llegó a ser conocida en el mundo entero por su ingenioso sistema de fabricación. De Segovia salieron las mejores monedas que circularon por el orbe. La Casa de la Moneda fue la gran obra que Felipe II impulsó en Segovia. Y ahí sigue, hoy restaurada, tras haber servido como fábrica de harinas después de que dejara de acuñar moneda, en 1868. Su monumentalidad refleja el esplendor de los años imperiales, aunque su funcionamiento coincidiera con el último siglo de los Austrias, el de la decadencia. Felipe II había nacido en Valladolid, pero siempre sintió predilección por Segovia. En España reinó entre 1556 y 1598, y también fue rey de Nápoles y Sicilia, desde 1554, y de Portugal y los Algarves, desde 1580. Por su matrimonio con María I, fue rey de Inglaterra e Irlanda entre los años 1554 y 1558. Felipe II era hijo y heredero de Carlos I de España e Isabel de Portugal, y nieto, por vía paterna, de Juana I de Castilla y Felipe I de Castilla, y por vía materna, de Manuel I de Portugal y María de Aragón. El rey murió en El Escorial el 13 de septiembre de 1598, a los 71 años, cuando la Casa de la Moneda de Segovia apenas llevaba doce años en marcha. Su reinado ha pasado a la historia como el de la expansión territorial a través de los océanos Atlántico y Pacífico, lo que convirtió a la Monarquía hispánica en la primera potencia de Europa. Con él, el Imperio español alcanzó todo su apogeo. En realidad, fue el primer imperio mundial, pues integraba territorios de todos los continentes del planeta que estaban habitados. Hombre austero, profundamente religioso y muy preparado para las labores de gobierno, el Rey Prudente defendió a ultranza la fe católica y combatió tanto la propagación de la Reforma protestante en Europa como los avances del Imperio Otomano en el Mediterráneo. Pero, todavía hoy, su figura no está exenta de controversia. Sus defensores siempre lo han presentado como arquetipo de virtudes, mientras que sus detractores, principalmente la historiografía anglosajona y protestante, sostienen que Felipe II fue una persona fanática y despótica. Noticia publicada en www.elnortedecastilla.es el martes, 24 de enero de 2017. 
Ilustración: Susana Saura