Las obras del jardín ‘romántico’ culminan la recuperación de la Casa de la Moneda
Al entrar en el Jardín de la Real Casa de Moneda de Segovia los visitantes verán el color verde que predomina. Desde arriba de la escalera de acceso será difícil que aprecien el conjunto porque el dosel de la pérgola, cubierto con las hojas de parra, solo permitirá una vista parcial. Será ya abajo, al pie del jabre del paseo, cuando podrán ver casi todos los elementos de esta parte de la antigua Ceca. Pero para eso falta tiempo, quizá dos o tres años porque las vides crecen unos ochenta centímetros cada temporada, y hasta entonces las visitas tendrán una panorámica más o menos despejada. La entrada del público al recinto, en cambio, será realidad en un par de meses. Las obras para acondicionar este espacio están «a falta de remates». La concejala de Patrimonio Histórico y Turismo, Claudia de Santos, apunta que «será un jardín de cuatro estaciones». Estará abierto al público y en cuanto sea presentado (en abril si es posible) las visitas serán libres durante un mes de puertas abiertas, aunque el uso definitivo y la forma de acceso no están decididas del todo, no más allá de que sea un complemento de la visita al museo y el complejo de la antigua Ceca.
El proceso para recuperar el jardín de la Real Casa de Moneda ha sido largo. Durante las obras de rehabilitación de todo el inmueble de la Ceca el espacio fue utilizado para depositar todo tipo de materiales y restos de obra, y eso acrecentó el deterioro progresivo que fue acumulando durante décadas.
De hecho, el proyecto para recuperarlo es independiente; pensado y diseñado en 2011, lo redactaron los técnicos de las concejalías de Medio Ambiente y Patrimonio con la colaboración de especialistas en arqueología y jardines históricos, y la Comisión Territorial de Patrimonio Histórico de la Junta de Castilla y León lo autorizó en enero de 2012. Antes, en abril de 2009, finalizó el estudio histórico y arqueológico del recinto que determinó el proyecto, para el que la comisión territorial prescribió que debía mantenerse la circulación y traza original del jardín, la reposición de los pavimentos originales de guijarros en los pasillos, restauración de muros laterales y pérgolas de parra del cenador, y restitución del pabellón del pescador, entre otras recomendaciones.
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Es lo que han hecho los técnicos municipales en las obras que comenzaron en septiembre de 2014 y que ha dirigido el arquitecto técnico de la Concejalía de Patrimonio, Eduardo Sánchez. El presupuesto inicial, de 277.000 euros IVA incluido, no ha llegado a gastarse porque el empleo en el jardín de los alumnos trabajadores de la Escuela Taller y los talleres de oficios han abaratado el coste final. En este momento, a falta de algunos remates, la inversión realizada es de unos 200.000 euros, señala Sánchez. La utilización de materiales de cantería que estaban en los depósitos municipales también ha reducido los costes.
Fuentes e instalaciones
«Los tres primeros meses los empleamos en sacar trastos y materiales, y luego hemos tratado y conseguido mantener la traza original; hemos restaurado y recuperado muros y otros los hemos tenido que hacer nuevos, pero incluso los que mejor estaban, los del umbráculo, ha habido que arrancarlos y empezar de cero», explica Sánchez. Después comenzaron las instalaciones: saneamientos, riego, instalación eléctrica, el agua para las fuentes y las plantaciones en todo el espacio, que tiene una superficie de 1.400 metros cuadrados.
«Fuentes tenemos tres, una que hemos hecho nueva y que llamamos de los tres caños, donde estaba el estanque con el que se regaba todo el jardín y la huerta; la fuente del umbráculo, en la que falta colocar el remate superior y para lo que estamos buscando algo singular, y un piloncito que hemos encontrado detrás de la palmera», comenta el técnico. También habrá una pequeña fuente para beber al lado de la escalera de entrada. A partir de ahí se ha desarrollado otra parte importante del cuidado proyecto, la recuperación del Pabellón de Pesca y de las pinturas murales del interior. «Sabemos que se hicieron para la visita de Isabel II a mediados del siglo XIX y a medida que trabajábamos hemos visto que había más de lo que pensábamos; por ejemplo, lo que creíamos que era una corona al final ha resultado ser un cesto de frutas». Es una decoración que incluye pájaros y filigranas y que, tras la restauración, adorna las esquinas y parte de las paredes del pabellón.
Sánchez está especialmente orgulloso del resultado final de los muretes y de las escaleras que conectan las terrazas, para cuya reconstrucción ha utilizado las piedras originales y otras similares (que ya han adquirido el verdín que les da una apariencia antigua), y sobre todo del pavimento emborrillado, de pequeños guijarros, del cenador. Está parte de las obras está terminada y en los pasillos se termina de compactar el jabre que cubrirá todas las zonas de paso.
Este viernes llegaron a la Ceca los materiales de cantería con los que se van a realizar seis u ocho bancos de granito; proceden del depósito municipal del Peñigoso y es posible que estuvieran antes en Santa Eulalia. Como indica Claudia de Santos, se han buscado «elementos con personalidad histórica suficiente para que puedan ser reproducidos en este otro espacio histórico».
Entre las últimas tareas están las de cerrajería, para rematar las pérgolas y el umbráculo; poner en la puerta de entrada «algún elemento que recordará la actividad industrial que tuvo la Ceca como fábrica de harinas y una magnífica veleta, de la que no sabemos el origen, que es de grandes dimensiones y que pensamos ‘utilizar’ como elemento decorativo», destaca De Santos.
Otras instalaciones que necesitan un último empujón son las de iluminación, con un diseño para que la luz del recinto sea rasante, como en el conjunto de la Casa de la Moneda, y elementos en los pasamanos de las barandillas. Y también los equipos de videovigilancia porque, destaca la concejala, «el jardín y el proyecto son preciosistas y su mantenimiento requiere un cuidado especial y un control de las visitas».
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Visitas y bodas
El régimen de visitas está por decidir. De Santos afirma que «tenemos intención de abrir el jardín en cuanto podamos, pero antes tenemos claro como lo podemos utilizar». Las opciones están entre incluir la visita con la entrada del museo, que pueda hacerse aparte o que la entrada sea libre, aunque esta última tiene el riesgo de que el público vaya al jardín a pasar la tarde y esa no es la finalidad que se busca.
Los técnicos de Turismo y de Patrimonio trabajan en la definición del régimen de visitas. «Tenemos que sentarnos para decidirlo porque el uso estará en función de la disponibilidad de personal y de presupuesto, pero ya contamos con la posibilidad de uso y con que la vigilancia con cámaras garantiza que se respete el lugar», advierte. El mes de puertas abiertas previsto tras la inauguración será así un periodo de prueba para decidir la forma definitiva de utilización del jardín.
También estudian los técnicos la manera de organizar la utilización del recinto para bodas y otras celebraciones. El Pabellón de Pesca, de 40 metros cuadrados, puede acoger la celebración de matrimonios civiles para un número reducido de invitados, y de hecho la tasa para solicitarlo con este fin ya ha sido fijada: el precio público es de 696 euros. La única dificultad es la accesibilidad, pues solo hay una entrada con escaleras y el lugar está dispuesto en terrazas, con el pabellón en la parte inferior, junto al río Eresma.
Un lugar íntimo
El recinto, quizá también huerta en el pasado, está en un lateral del complejo de la antigua Ceca, junto a la casa situada a la derecha de la puerta principal, la de Fernando VII, que ahora tiene las funciones de residencia y de Centro de Interpretación del Acueducto. Este pequeño edificio (en comparación con el resto de la Casa de la Moneda) lo adquirió Felipe IV en 1628 a la cofradía de la iglesia de Santiago, y lo integró en el conjunto.
De lo que no hay duda es de que el jardín es histórico, ya sea su origen y traza renacentista, barroca o anterior, pues el estudio del polen y las especies encontradas también apuntan a la posibilidad de que hubiera sido utilizada la superficie como huerta, para abastecer en su día a los trabajadores del Real Ingenio y puede que antes por los religiosos.
La traza renacentista del cenador y de la fuente son indicios de que el jardín de la Casa de la Moneda pueda tener su origen a finales del siglo XVI, cuando Felipe II construyó y financió con su propio patrimonio el complejo del Real Ingenio. El rey era aficionado a la caza y la pesca y junto al Pabellón de Pesca hay un hueco en el muro (con toda la apariencia de un puesto de pesca) al que podría haberse asomado el rey porque desde allí es fácil echar la caña; hay referencias históricas de multas a los frailes del Parral por capturar truchas reservadas al monarca que pueden avalar también que el espacio fue utilizado con este fin. Además, Felipe II tenía entre sus aficiones los jardines, que diseño contando con jardineros flamencos e italianos, que solían plantar más árboles decorativos que los españoles, más partidarios de los frutales.
La traza inicial ha sido, sin embargo, transformada a lo largo de más de 400 años. En los archivos históricos, como el de Simancas, donde hay abundante documentación sobre la Casa de la Moneda de Segovia, no hay referencias al jardín. Las que existen son del siglo XIX, según relata el historiador Glenn Murray; una de 1848 sobre las obras para adecentar y pintar los edificios, entre ellos el pabellón del jardín, para la visita de Isabel II; la otra es de 1878 y se refiere a la inscripción en el Registro de la Propiedad tras la venta del inmueble, y en ella figura el jardín como parte de la finca.
No obstante, en la memoria del proyecto municipal se recoge que «se trata de un jardín íntimo, cerrado, al que se accede por una discreta puerta de uso individual. Es lo propio de los jardines secretos de la tradición renacentista. De hecho se concibió para el disfrute personal de Felipe II». Así que bien pudo ser el lugar recóndito donde el monarca paseara y meditara asuntos de estado durante sus estancias en Segovia, donde disponía de residencias en el Alcázar y en el Palacio de Valsaín.
La protección está garantizada porque se encuentra en el Paraje Pintoresco de las Arboledas y Alamedas de la Ciudad de Segovia, declarado por un decreto del 11 de abril de 1947, además de estar incluido en las vistas panorámicas desde los miradores del Alcázar, protegidas por otro decreto del 12 de junio de 1941.
Noticia publicada en elnortedecastilla.es el 8 de febrero de 2016