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20 Oct 2019   Casa de Moneda
 
La Casa de la Moneda de Segovia no sólo es un extraordinario edificio de arquitectura industrial trazado por Juan de Herrera sino que además conserva un delicioso jardín íntimo, establecido en un antiguo huerto para el disfrute personal del rey Felipe II. El jardín se encuentra en el extremo Oeste del conjunto de la Ceca segoviana. Es un jardín cerrado, rodeado de altos muros, al que se llega a través de un pasillo acodado. Es un auténtico jardín secreto dentro de la más pura tradición renacentista. La estructura compositiva del jardín combina dos tradiciones jardineras que confluyen en la España de Felipe II: la tradición persa del huerto-jardín con caminos emparrados, albercas y acequias que llegó a la Península Ibérica a través de la civilización islámica y la nueva manera de hacer jardines desarrollada en la Italia del siglo XVI tras el descubrimiento de la perspectiva y sus efectos ópticos. RECORRIDO Nada más atravesar el umbral, el visitante se encuentra en lo alto de una escalera cubierta por una pérgola emparrada. Al pie de la escalera, como todo jardín de caminos que se bifurcan, resulta obligado tomar una decisión. Si elige la opción de continuar descendiendo por el camino lateral, el jardín se irá desvelando poco a poco. Parterre del Tilo Este parterre cuadrangular tiene una alfombra vegetal de hiedra, donde brotan los narcisos amarillos a finales de abril. Una línea de lilos de flor blanca perfuma el ambiente a principios del mes de mayo. Un arce de varias savias junto al camino y un majestuoso tilo procuran sombra en verano y aportan el color cobrizo y dorado de sus respectivos follajes en otoño. En el camino perimetral hay unas emergencias de la roca madre cubiertas de musgo que forman parte de la cimentación del edificio. Sala de los Bojes Aunque en otra época fue seguramente un parterre topiario, los bojes que perduraban en 2011 habían alcanzado gran desarrollo conformando las paredes de un saloncito cuadrangular de agradables proporciones. Se ha respetado pues la acción del tiempo que sugería un uso estancial y se ha ubicado un banco de piedra para disfrutar de esta sala recoleta. La frescura de los nuevos bojes introducidos para completar la delimitación en tres de sus lados realza el porte escultórico de los bojes añosos. En el cuarto lado, junto al camino emparrado, hay un arriate de lirios que aporta el contraste de sus hojas acintadas de color verde glauco y el azul violeta de sus flores a principios del mes de mayo. Terraza junto al río Al salir de la Sala de los Bojes, el camino perimetral gira en ángulo recto y discurre paralelo al río hasta llegar a la Sala del Umbráculo. Entre el camino y el muro de cerramiento hay una terraza horizontal, larga y estrecha, muy soleada donde es probable que estuviera establecido el huerto de verduras en los primeros tiempos del verjel antes de convertirse en jardín. Por lo que se refiere al estrato arbóreo hay un gran tilo junto al pabellón, dos palmeras chinas de abanico en disposición paralela al río y un manzano, junto a los escalones del encuentro con el camino principal emparrado. Se ha introducido un árbol del amor cuya floración primaveral de color magenta actuará como punto focal al entrar en el jardín y establecerá un vínculo con los árboles del amor que flanquean la rampa de entrada a la Casa de la Moneda. En el estrato arbustivo se han introducido lilos, celindas y madreselvas para desdibujar los límites y perfumar este rincón en primavera y verano. En el estrato herbáceo se ha buscado evocar los tapices de mil flores que estuvieron en boga durante los siglos XV y XVI en los Países Bajos y Francia. Hay primaveras de color crema, aquileyas de color púrpura y violeta, una tapizante de sol que florece con multitud de margaritas blancas de aspecto silvestre durante casi todo el año y una tapizante de sombra de flores azules en los extremos más umbrosos de la terraza. Unos escalones resuelven el desnivel del encuentro con el camino principal emparrado, una de las joyas del sitio, que descubrimos ahora por primera vez gracias al misterio que procuran los caminos acodados desvelando gradualmente los diversos espacios del jardín. Al fondo de este suntuoso túnel de verdor hay una hornacina con una fuente de beber. [caption id="attachment_2813" align="aligncenter" width="679"] Jacinto de los bosques[/caption] La Pesquería del Rey Este conjunto arquitectónico singular está compuesto de tres elementos: una sala cuadrangular con un fontín central cubierta por un umbráculo, un pabellón y el puesto de pesca. En los jardines exentos de tradición persa que no están vinculados a una residencia hay siempre un pabellón para disfrutar de una estancia a la sombra en verano y para disfrutar de la naturaleza a cubierto de la lluvia en primavera y otoño. La secuencia espacial umbráculo y pabellón, sala al aire libre con bancos para disfrutar del murmullo del agua que mana en el fontín y sala cubierta con un balcón para asomarse al río, debió deparar muy buenos ratos al monarca Felipe II, amante de los jardines y aficionado a la pesca, razón por la que construyó este conjunto. Las pinturas murales con un friso de pajaritos y cestos de frutas hablan del uso del sitio como locus amoenus donde ir a pasar un día de recreo y almorzar en un marco de amable naturaleza. Fueron realizadas en 1849 para el disfrute de la reina Isabel II. Una escalera de granito permite subir al puesto de pesca. Aquí el jardín se abre al entorno y el visitante descubre la vista del río Eresma que discurre a sus pies. Terraza Principal En el ángulo de encuentro con el camino perimetral hay un tilo centenario. Siguiendo con el trazado característico de este jardín, se ha construido un acodo con una escalera para acceder a una amplia terraza que ocasionalmente es utilizada como salón de actos al aire libre. A la derecha de la escalera hay celindas y un arce de gran porte que da sombra a este rincón. A la izquierda, un fresal cubre la superficie con una alfombra vegetal resultando de este modo una zona despejada que permite apreciar los tres elementos de la Pesquería del Rey: el mirador al río, el pabellón y el umbráculo. A continuación está la Sala de las Rosas Damascenas. En este espacio cuadrangular, parejo a la Sala de Bojes descrita al principio del recorrido, hubo seguramente un parterre topiario de boj transformado igualmente por la acción del tiempo. Tratándose de dos espacios simétricos, en el sentido renacentista de equilibrio de las partes, aquí se ha optado también por un uso estancial, conservándose los bojes de la antigua bordura que habían sobrevivido y añadiendo bojes nuevos para completar la delimitación. Hay un arriate de lirios junto al camino emparrado, unos rosales de flor sencilla (Rosa gallica) trepan por las verticales de la pérgola y varios rosales arbustivos (Rosa damascena) crecen entre los bojes. Tras la explosión de color violeta que tiene lugar a principios de mayo cuando florecen las masas de lirios, en junio se produce la floración más sutil de las delicadas y perfumadas rosas. Sobre el murete del fondo se alza la pérgola del túnel de verdor que tiene aquí un vano de acceso, en el rincón hay una pileta a ras de suelo cubierta con una reja y una palmera china de abanico, junto a la escalera que comunica con el paseo superior crece un añoso avellano. Paseo del Pilón La escalera del salón está dispuesta en eje con un pilón de tres caños que da nombre al paseo superior. El pilón, evocación de una alberca superior desaparecida, está encastrado en medio de un talud con una plantación en masa de lirios que sujetan el terreno con sus rizomas. Una bordura de bojes corona la parte alta y por encima de ella asoman las copas de los membrilleros que crecen en el bancal superior. En el extremo Oeste del talud hay un saúco de varias savias junto a la escalera para subir al siguiente nivel. Esta asociación de escalera y saúco se ha repetido en el extremo inicial del talud para anclar la composición con el pilón ocupando la posición central. El Paseo del Pilón adquiere un protagonismo indiscutible cuando florecen los lirios en primavera. Frutaleda Tras la modificación de la parte alta del jardín donde estaban la terraza de la alberca y unos bancales en otros tiempos con frutales, se optó por aislar visualmente la nueva edificación mediante un cerramiento de mallazo metálico que sirve de soporte a unas lianas trepadoras (hiedras y madreselvas). En la terraza se plantaron seis membrilleros para evocar la antigua frutaleda. Un banco adosado a la tapia de la finca colindante permite hacer un alto y disfrutar de su elegante floración blanca a mediados de mayo y del perfume de sus frutos en septiembre. Antes de iniciar el descenso hay que acercarse a la bordura de boj que corona el talud y contemplar el jardín integrado en el paisaje de huertas del Eresma: una estampa idílica que posiblemente disfrutara también el rey Felipe II desde los bancales de frutales. Camino Emparrado De nuevo en el Paseo del Pilón, el visitante contempla ahora el túnel de verdor desde arriba. El desnivel ha sido resuelto con una rampa escalera empedrada que desciende hasta encontrarse con el camino paralelo al río. Este tratamiento diferenciado del pavimento resalta su carácter de camino principal que lleva al corazón del jardín: la Pesquería del Rey. Una celinda situada en la terraza junto al río actúa de punto focal cuando se cubre de flores blancas a finales de mayo. Pasillo de Lilos A ambos lados del camino se ha recuperado el famoso pasillo de lilos de flor blanca que sorprendía a todos por su elegancia cuando entraban en el jardín. En el lateral de la escalera de acceso al jardín hay una emergencia de la roca madre cubierta de musgo y junto a la fachada lateral de la residencia, una hornacina con una fuente de beber. En el parterre al pie de la roca hay una parra que ya comienza a cubrir la pérgola de la escalera, una higuera y una alfombra vegetal de hiedra acompañada de narcisos. La higuera, la hiedra y la vid eran las especies consagradas a Dioniso, el dios griego de la vegetación entendida como magna manifestación de la vida (zoé) a través del ciclo ininterrumpido de las estaciones. CONCLUSIÓN La recuperación de este jardín, tras varias décadas de abandono, es un ejemplo estimulante de la nueva sensibilidad hacia los jardines y el entorno de los monumentos que empieza a despertar en nuestro país después de un largo período de letargo y desinterés. En este sentido, la ciudad de Segovia se cuenta entre las pocas ciudades españolas cuyo desarrollo urbanístico ha tenido en cuenta la relación con el medio. El valle del Eresma a los pies de la ciudad es un marco paisajístico de una calidad excepcional que todavía puede ser descrito con el viejo adagio segoviano: De los huertos al Parral, paraíso terrenal. Noticia publicada en El Adelantado de Segovia el 20 de octubre de 2019.