El beso de la mujer araña

«Cuando oscurece siempre se necesita a alguien». Y a Molina y a Valentín la vida se les ha oscurecido un poco. Bastante. Por seducir a una menor y por activista político. Ambos, en los cuerpos de Igor Yebra y Eusebio Poncela, comparten celda y también anhelos de libertad; como cualquier preso. Pero fuera reina la muerte y la tortura, así que la cárcel no resulta tan mal lugar para liberarse. Para soñar. Para inventar una revolución que no les culpe por sus pecados.

Por eso, mientras Molina pasa su tiempo en la celda evocando películas antiguas pretendiendo ser sus protagonistas, Valentín le observa y pregunta; como quien va al cine y le surgen constantes dudas sobre lo que sucede en pantalla. Como quien lucha un combate interior en el que las heridas están abiertas. Las panteras que habitan dentro de Molina y Valentín no dejan de rugir. Las arañas no dejan de besar con picor sus manos y sus bocas. Sus reflexiones son boleros para los que no se augura un final feliz.