La estación de ferrocarril de Segovia, establecida a finales del siglo XIX, se encuentra ubicada en el fondo de una amplia vaguada, y flanqueada por dos laderas de compleja evolución geológica. En dichas laderas existen diferentes materiales geológicos (arcillas, gravas, arenas, gneises, areniscas, calizas, dolomías...) cuyo comportamiento geomecánico, unido a la pendiente de las vertientes y a la acción humana (socavación, relleno, minería...), han inducido que se produzcan diferentes movimientos de ladera.
La ladera suroriental está constituida por una sucesión de arenas silíceas y arcillas cretácicas (facies Utrillas), que son cabalgadas mediante una falla inversa por los gneises fracturados del piedemonte serrano, y todo ello tapizado por un coluvión de cantos de cuarzo empastados en matriz arcillosa.
En la parte superior de la ladera se implantó a lo largo de la segunda mitad del siglo XX un polígono industrial, denominado El Cerro; y una cantera de áridos de machaqueo. Ello supuso nuevas aperturas de taludes y, sobre todo, aterramientos y terraplenes que sobrecargaron la ladera y añadieron materiales sueltos (escombros) escasamente consolidados.
Como consecuencia de estas actuaciones antrópicas en una ladera ya de por sí muy inestable (en situación de riesgo), se desencadenó a inicios de la década de 1980 un deslizamiento rotacional complejo, con múltiples superficies de rotura, todas ellas cóncavas de perfil elíptico. En principio afectó a un amplio sector de la ladera, desde la trasera del almacén de máquinas hasta las primeras edificaciones de residencia del personal ferroviario; luego quedó restringido a la parte central, con un perfil típico de deslizamiento rotacional; el pie de la lengua del deslizamiento, en un característico flujo, invadió la vía de acceso al almacén de máquinas, combó el murete de contención y lo llegó a romper en varios sitios.
La ladera noroccidental está formada por la sucesión de rocas cretácicas, con las arenas silíceas y arcillas en la base, dolomías tableadas, areniscas dolomíticas, y dolomías y calizas a techo; todo ello recubierto por un manto coluvional de cantos y bloques calcáreos en matriz limo-arcillosa. Históricamente en esta zona se extraían arenas silíceas y arcillas (greda) mediante minería de galerías. Pero es a partir de la década de 1960 cuando la mejora en la maquinaria permite realizar minería de superficie (contorno o ladera) para la explotación de las arenas silíceas, que abastecían a la fábrica de vidrio de La Granja de San Ildefonso. Estas explotaciones mineras socavan y zapan la base de la ladera y, al no retranquear la parte alta, inducen movimientos de ladera en la parte media-superior. Los principales movimientos son vuelcos de los paquetes de areniscas y dolomías, pero también desprendimientos y deslizamientos rotacionales. Aunque con extensión limitada, el riesgo en la zona es alto, al haberse instalado al pie un centro de enseñanza, instalaciones industriales, infraviviendas y, recientemente, un pabellón polideportivo.