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28 Dic 2018  
 

 

16 de diciembre de 2018

 

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A San Juan de la Cruz, 2017.

 

La experiencia del sonido que

prefiero

sobre todo lo demás es el silencio.

JOHN CAGE

 

No me habían enseñado que

ninguna

palabra puede decir tanto como el silencio.

YASUNARI KAWABATA

 

Y ese silencio

cubre de noche oscura

tu pensamiento.

JOSÉ BERGAMÍN

 

En el primer paisaje desnudo y silencioso que hayamos visto jamás y ante el que nos preguntamos con Azorín ¿Es el primer día de la creación? En ese entorno desnudo y silencioso, con la sola edificación de la bella y misteriosa iglesia románica de la Veracruz, bajo la sombra del Alcázar, Juan de la Cruz, levanta con sus propias manos el convento de los Carmelitas Descalzos de Segovia.

Miles de veces lo he dicho, y me lo he dicho, lo más hermoso —Hölderlin— es lo más sagrado.

Hace muchos años, por los alrededores de la ciudad de Segovia se veía, con frecuencia, a un fraile con capa blanca, baja estatura, tez oscura, de avanzada calvicie y rápido paso. Se trataba del prior del convento de los Carmelitas Descalzos, que subía al casco urbano para atender espiritualmente a las monjas Descalzas. Ascendía a la ciudad por el arco del Refugio. Allí descansaba unos minutos – una cruz de hierro recuerda su paso – reemprendiendo el empinado camino hacia el convento de monjas de San José que fundó Santa Teresa con la ayuda de este fraile, por nombre Juan de la Cruz, con fama de santo y poeta. Recuerdo la cartela, en la fachada del convento, hoy desaparecida, donde aprendí los primeros versos de La Noche Oscura de Juan de la Cruz.

  

En una noche oscura,

con ansias, en amores inflamada,

¡oh dichosa ventura!,

salí sin ser notada,

estando ya mi casa sosegada…

 

Pero atención, escribe María Zambrano, el poeta es el “santo” que da vida a la dorada ciudad castellana.

Juan de Yepes, nació el 24 de junio de 1542 en Fontíveros, pueblo de la provincia de Ávila. En sus primeros años pasó penuria económica. La muerte prematura de su padre conducirá a la familia, primero al pueblo de Arévalo y después a Medina del Campo, pueblo de Valladolid, donde estudia cuatro años con los jesuitas. Juan de Yepes no se decide a entrar en ninguna orden religiosa. En esta indecisa situación, se encuentra con Teresa de Ávila, que le convence para adoptar una vida como los primeros eremitas del desierto y seguir el ejemplo del profeta Elías, que era lo que Juan de Yepes añoraba. ¡El desierto, siempre el desierto! En la iglesia de Santa Ana de Medina del Campo el año 1567, canta su primera misa.

Este fraile, aparentemente gris, que se ve andar por Segovia, lleva una vida llena de sobresaltos. Fue perseguido, no solo por la Inquisición, sino por sus compañeros. Desde el 3 de diciembre de 1577, pasó casi nueve meses en la cárcel de Toledo. (En este tiempo, las misivas de Teresa de Jesús para la puesta en libertad del fraile, son constantes). De la prisión toledana se escapa. Llega a tierras andaluzas como vicario del convento del Calvario y a Beas de Segura, regentado por Ana de Jesús. Quien, en carta a la madre fundadora, dice refiriéndose al estado de San Juan: llegó cadavérico. A poco de llegar a Beas de Segura, Ana de Jesús, se ocupa de él, le ordena sus escritos. Llega a ser su amiga íntima. El poeta en justa compensación le dedica el Cántico espiritual basado en el Cantar de los Cantares. Que dice así en su dedicatoria: Declaración de las canciones, que tratan de el exercicio amor entre el alma, y el esposo Christo en la cual se tocan y aclaran algunos puntos, y effectos de oración: A petición de la madre Anna D Jesús, Priora de las descalzas de sant joseph. De Granada. Año 1584.

El Cántico, empezó a escribirlo en 1579 en el Calvario. Las religiosas le pidieron tradujese en prosa sus poemas para una mejor comprensión. Al tiempo les dio un dibujo de la Subida al Monte. (Que puede estuviera escrito de rodillas. Pues decía S. Juan: hay cosas que no se pueden escribir de cualquier manera). El Cántico, se lo lleva a su exilio Ana de Jesús, y comienza así:

 

Canciones entre el alma y el esposo

¿A dónde te escondiste.

Amado, y me dexaste con gemido?

Como el ciervo huiste,

Habiéndome herido;

Salí tras ti, clamando, y eras ido.

 

En Francia se publicará en 1622. En 1627 en Bruselas en español. Pero en España, su poesía completa, no verá la luz hasta 1630.

Juan de la Cruz, de 1572 a 1577, había dirigido espiritualmente a las monjas del monasterio de la Encarnación de Ávila. A las religiosas de Beas de Segura. Había sido rector en Baeza. De las tierras de Jaén llegó a Granada donde fue prior del convento de los Mártires. La belleza de esa colina le entusiasma y dice: Estos valles es mi Amado para mí. En 1585 es nombrado vicario provincial de Andalucía. Juan de la Cruz, tres años más tarde, es nombrado prior del convento de la ciudad de Segovia.

Nicolás de Doria, quiere quitarse de encima a Juan de la Cruz, decide mandarlo a México, pero las circunstancias cambian y le envía a Segovia.

Este fraile, que acompaña a la fundadora a la apertura del convento de Segovia en 1573, es el más grande poeta en lengua castellana. El poeta místico más puro. Luce López Baralt, escritora portorriqueña, experta en mística, dice: “El más sublime de la literatura española, pero también el más misterioso”. Marcelino Menéndez Pelayo, y Dámaso Alonso sorprendidos y aterrados se preguntan por su divino lenguaje. Dámaso ve influencia de Garcilaso. En esta línea se encuentra Azorín que habla de oscuridad y contradicción. Unamuno, le llama en un poema a San Juan de la Cruz, Madrecito. Ante la aparición de Animal de fondo de Juan Ramón Jiménez. Unos ven influencia de Juan de la Cruz y le llaman Juan Ramón de la Luz. El poeta de Moguer dice: “Poemas místicos, religiosos más bien”. En cualquier caso místicos. Y Jorge Guillén dice “¿Qué significado se esconde bajo la maravilla? Por de pronto ahí está la maravilla y sus infinitas lontananzas y resonancias poéticas”.

Años después el poeta José Ángel Valente en su libro Piedra y el centro, comenta: “A éste límite extremo de la palabra nunca se ha llegado dentro de la tradición salvo Juan de la Cruz. Y añade: La sustancia última del canto es en cierto modo la imposibilidad del canto”.

Del Cántico Espiritual hay dos versiones: A, el de Sanlucar, más espontáneo y B, el de Jaén más alambicado y con más versos. Valente llama A, al de Ana de Jesús. Se siente la influencia e importancia de Juan de la Cruz fuera de nuestras fronteras, Jean Baruzi, Helmut Hatzfeld, sirvan de muestra. Y adelantándose a las palabras sobre el fenómeno místico de André Malraux y del jesuita Karl Rahner, el filósofo Henry Bergson dice: La mística ha abierto la vía para que otros hombres pudieran caminar. El místico empuja a una humanidad que se había estancado. Pero en el terreno poético y místico, es T. S. Eliot en sus Cuatro Cuartetos quien coge los versos del poeta de Fontiveros de La Subida al Monte Carmelo. Para gustarlo todo / no quiero tener gusto en nada. El libro no solo hace referencia a Juan de la Cruz sino a la mística Juliana de Norwich, que cierra los Cuatro cuartetos. Mística y poesía van unidas, pero, también, puede decirse de las otras artes. Evelyn Underhill en su extenso libro La Mística dice: pueden considerarse místicos a los llamados Artistas, no solo a los poetas, a los músicos: (Bach, Mozart y Hayden, Bruckner, etc.) y a los pintores. Ante los primeros compases de la Creación, la gente asombrada pregunta a Hayden por lo hecho y éste les señala con el dedo al cielo.

Y en la pintura: en los temas de la Edad Media Giotto, Sánchez Cotán, Zurbarán o El Greco, aunque hoy quiera ponerse en duda su misticismo, ¡Ay algún cuadro más místico que el Toledo de Nueva York. El Greco, tenía entre sus libros los de Dionisio Areopagita. Igual que Rothko, el mayor místico de los pintores modernos, se alimentó de Gregorio de Niza y de los primeros eremitas. Mark Rothko, cuyo fin es pintar la luz, tuvo que pasar la “Noche oscura” de Juan de la Cruz.

Todo misticismo, en mayor o menor grado, tiende a la LUZ, y a la identificación con lo ABSOLUTO, que habla en silencio y dicta La Palabra Secreta. Teresa de Ávila y Juan de la Cruz, dicen como otros muchos místicos —creyentes y no creyentes— que en algunos momentos escriben al dictado de no se sabe quién. Más de una vez le preguntan a San Juan de dónde sacaba las palabras, unas las daba Dios y otras las creaba yo. Al pintor Díaz Caneja, al final de sus días le pregunto cómo pintaba ahora así de rápido y de bien y me comentó: yo ya no sé quién me los hace. Pero como Lezama dice: la poesía de Juan de la Cruz se vuelve sobre sí, para oír su propio silencio”.

El convento de los Carmelitas, donde reposan los restos del santo, es un antiguo convento carmelitano, además de templo abarca los terrenos colindantes donde se encuentran los dos lugares utilizados por el santo para preparar mejor “su vuelo”, la oquedad en la peña grajera, y la diminuta celda construida en lo más alto. De las muchas visitas que he realizado al convento segoviano de San Juan, destaca, entre ellas, la que hice con el poeta Luis Javier Moreno. Entre una hilera de cipreses que recuerda los parajes bíblicos. Subimos a lo más alto, a la alta celda de apenas un metro. Desde donde decía María Zambrano seguirá escuchando en virtud de los luceros la música callada, la soledad sonora y ese paisaje verdadero de lugar sagrado que bajo su vista se extiende.

Luis Javier en la presentación de la muestra pictórica que hice en Segovia, con motivo del centenario de Juan de la Cruz, no habló de otra cosa que de esa visita. En otra ocasión, que no olvido fácilmente, acompañé al poeta argentino Héctor Ciocchini al santuario de Juan de la Cruz en Segovia. La subida al convento o, mejor a la iglesia, se hace por una irregular escalinata de piedras. Aquí, todo es ascensión y símbolo de subida. Y nada más llegar arriba y traspasar el umbral de la iglesia, se hincó de rodillas y besó el suelo con enorme unción. Otro día, lo repitió ante la primitiva tumba del santo.

Y no hace mucho, visité el convento para acompañar a los amigos poetas, Antonio Colinas, Blanca Andreu, a la lectura de poemas, en la cueva donde se retiraba el poeta para hablar con Dios.

Pero el momento de mayor emoción, se produjo, en el convento de la Encarnación de Ávila. El Cristo dibujado por Juan de la Cruz, en pleno éxtasis, visto desde el cielo, a vista de pájaro, se escapa de este mundo, va de vuelo, asciende a Dios. Enumeradas las cinco propiedades del pájaro solitario, el crucificado de San Juan recuerda, por su desvalimiento, a los pájaros del pintor George Braque, de los que decía el premio Nobel Saint-John Perse: “¡Ascetismo del vuelo! Así son los pájaros de Braque, más próximos al origen que al género”. Soplo de emoción que tiene más de vuelo que de lucha.

Antes de llegar a la experiencia mística de unión con Dios, llega la soledad y puede hablarse de contemplación.

Juan de la Cruz añora el desierto como el Maestro Echkart, quien dice en Su grano de mostaza: El camino te conduce a un maravilloso desierto, el lugar idóneo para la mejor escucha de la Palabra secreta.

Fray Juan de la Cruz retoma sus actividades en Andalucía. Escucha la música de las esferas y en las noches oscuras penetra en los abismos de donde El alma sale sin ser notada en busca de la Luz, de la raya rosa de la aurora.

Porque Juan va hacia la Luz celeste en pos de los levantes de la aurora. La Noche oscura y la Subida al monte son las dos caras de la misma moneda (la activa, la subida al monte, la pasiva la noche oscura). La Noche del Sentido, de la Fe y de Dios. Purgativa, iluminativa y unitiva son coincidentes con el tiempo atmosférico. Para San Juan el elemento constitutivo de la vida mística es el éxtasis. La experiencia de la noche. Y explica el TRÁNSITO a la otra vida. Su obra poética es más bien escasa. Cántico Espiritual, Noche oscura, Llama de amor viva. Pero no necesita más.

Pero ¿De dónde provienen las noches oscuras y subidas al monte de Fray Juan? se pregunta el ilustre arabista Miguel Asín Palacios, ¿de los padres del desierto, de Pseudo Dionisio, M. Echart o de los sufíes? Y el mismo se contesta: del maestro sufí Abbad de Ronda. Que nace en la bella ciudad andaluza en 1332, y pertenece a una familia de abolengo. Conocía el Corán con muy corta edad. No presumía de nada. Ibn Abad de Ronda escribe, entre otras obras Los 99 nombres de Dios, y fallece en la ciudad de Fez. Su entierro es una manifestación de duelo. Sin embargo, el jesuita Paul Nwyia, experto en el rondeño no está de acuerdo con la tesis de Asín. A Juan de la Cruz sus actividades espirituales y poéticas no le impiden el ejercicio de prior. Durante sus años en el convento segoviano adquiere las huertas colindantes que trabaja con sus propias manos y diseña con fina sensibilidad.

Diego de Colmenares señala que poseía el don de cambiar el rumbo de las tormentas en su Historia de Segovia. Al fraile de Fontiveros no le gustaban ni los milagros, ni las imágenes. La única imagen que le atrae es la de Cristo que, con la cruz a cuestas, le habla desde un cuadro que se conserva en el convento segoviano.

 

Entréme donde no supe

y quedéme no sabiendo

toda sciencia trascendiendo,

(escribe en Segovia después de un éxtasis).

 

La admiración hacia la persona de Juan de la Cruz no se reduce al ámbito religioso, se extiende también al cultural. Que en ese momento era brillante en nuestra ciudad. Los escritores y poetas le muestran su admiración; el segoviano Alonso de Ledesma, llamado “El Divino”, a la cabeza en el verso, y en la prosa Jerónimo Alcalá Yanes, quien se precia de haber tenido por maestro al santo Fray Juan de la Cruz. De igual modo lo hace Juan de Orozco autor de Emblemas Morales. (Obra capital del mundo emblemático impresa en Segovia el año 1589).

Una de las personas más expertas en San Juan de la Cruz es la carmelita Edith Stein. De origen judío, mística, distinguida alumna de Husserl y mártir en Auswich. En su libro Ciencia de la luz dice: el sufrimiento pasado por San Juan de la Cruz en La noche oscura, es una participación en la Pasión de Cristo.

En tiempo de máxima ascensión espiritual, Juan de la Cruz se pone enfermo en la Carolina. Se le traslada a Úbeda. Desde allí, a la edad de cuarenta y nueve años, abandona este mundo después de recitar el salmo 31, en la noche del 14 de Diciembre de 1591. Tiempo después su cuerpo se traslada a suelo segoviano. (Al convento que él fundó). La fantasía popular llega al capítulo XIX del Quijote, donde se alude al hecho y se le da a Juan de la Cruz por segoviano. La llegada de sus restos aumenta la claridad del misterioso entorno, donde la luz nunca se apaga.

Noticia publicada en El Adelantado de Segovia , el día 16 de diciembre de 2018